Los visitantes del Prado tienen la ocasión de disfrutar del conjunto excepcional de los ciento un estuches que, junto con los veintitrés expuestos en la sala del Tesoro del Delfín, constituye uno de los más completos del mundo, con ejemplares de los siglos XVI al XVIII. Sus formas se diseñaron para proteger cada obra del Tesoro, dado su valor y singularidad, por lo que cada uno es único. Tienen alma de madera y forro interior de diversos materiales. En el exterior, en su mayoría están recubiertos por finas pieles decoradas con estampaciones a hierro en seco y en dorado en las que predominan los motivos heráldicos, particularmente del Gran Delfín, mientras que otros estuches se recubren con telas ricas como el terciopelo.
En dos vitrinas complementarias se exhiben, por un lado, varios estuches abiertos, junto a la pieza que protegen, lo que permitirá al visitante apreciar los detalles de su diseño. Y por otro, una serie de estuches en una posición inusual, boca abajo, para descubrir lo que nunca es visible, la decoración que aparece en la base con motivos que podrían identificar posibles autores, talleres o coleccionistas.
El llamado “Tesoro del Delfín” es una colección de obras suntuarias creadas fundamentalmente en los siglos XVI y XVII, de gran valor artístico, tanto por sus valiosos y escasos materiales (entre otros lapislázuli, ágata, jaspe, jade o el excepcional conjunto de cristales de roca), como por la importancia de sus guarniciones, la mayoría de oro y plata, a veces esmaltadas y enriquecidas con diamantes, rubíes, esmeraldas y otras gemas.