Carta emitida por el Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Agrícolas y Peritos de Centro, Madrid, al ministro de Consumo Alberto Garzón
Tras la polémica suscitada por las manifestaciones del ministro de consumo, Alberto Garzón, por su entrevista publicada el pasado 26 de diciembre en el diario británico The Guardian relativas a las “macrogranjas” y la calidad de los productos cárnicos que exporta España al resto del mundo, ha habido muchas voces que se han manifestado al respecto. Una de esas voces ha sido la del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Agrícolas del Centro en la que, sin ganas de entrar en polémicas ni de enmendar la plana a nadie, ha querido hacer una serie de aclaraciones en una carta abierta al Sr. ministro.
Estimado señor Garzón,
No es misión de este Colegio exigir dimisiones, ni solicitar a nadie y, menos, a un Ministro, que se desdiga de sus creencias, valores, ni sentimientos. Ni la de pretender enmendar la plana a nadie porque «cada uno es libre» de decir lo que considere oportuno.
Sin embargo, sí pensamos, que sus últimas, y denostadas, afirmaciones son el resultado del mal asesoramiento o la ignorancia de sus colaboradores.
Esto último, con todo el respeto y consideración hacia quienes sustentan un punto de vista diferente. Ahora bien, tal como señalaba Albert Camus: "El mal que existe en el mundo proviene casi siempre de la ignorancia, y la buena voluntad sin clarividencia puede ocasionar tantos desastres como la maldad. Los hombres son más bien buenos que malos, y, a decir verdad, no es esta la cuestión".
Es un hecho ya contrastado que el sector agroalimentario se convirtió en el salvavidas de las exportaciones españolas en 2020, el sector volvió a demostrar su carácter resiliente y aumentó en más de un 5 % sus ventas al extranjero, hasta superar los 55.000 millones de euros. En 2020, último año con cifras, las ventas exteriores de carne alcanzaron los 8.680 millones de euros, prácticamente un 15 % más que el año anterior, y con un volumen total de 3,07 millones de toneladas de carnes y despojos (un 21,5 % más que en 2019) y 200.000 toneladas productos elaborados (un 2,6 % superior al ejercicio anterior).
La cadena ganadero-cárnica aporta más de 42.200 millones de euros a la economía española (en torno a un 3,8 % del VAB nacional) y se estima que de forma directa, indirecta o inducida, que genera más de dos millones de empleos y equilibra la balanza comercial española, con unos casi 9.000 millones de euros en exportaciones.
Pero en esta vida, todo, no lo es el vil metal. El sector ganadero está regulado por un abanico de normas básicas para la ordenación zootécnica y sanitaria de las explotaciones intensivas, en cuanto se refiere a la capacidad máxima productiva, las condiciones mínimas de infraestructura, equipamiento y manejo, ubicación, bioseguridad y condiciones higiénico-sanitarias y requisitos medioambientales, que permitan un eficaz y correcto desarrollo de la actividad ganadera, conforme a las estrictas normas de la Unión Europea en materia de higiene, sanidad animal, identificación y registro, bienestar de los animales, medio ambiente y cambio climático.
Desde el año 2000, somos el único país del mundo que puso unas distancias mínimas entre explotación urbana y núcleo urbano, como también entre explotación y explotación.
En el bienestar animal influyen la superficie mínima disponible, las condiciones de luminosidad, el nivel de ruidos, la alimentación y la salud, así como la gestión y el conocimiento del trabajador que trata con los animales. El bienestar del animal influye a su vez en la productividad de la granja. Si los animales no están sanos, si no tienen un alojamiento adecuado, si no están bien alimentados, no estarán en condiciones.
Genera empleos tanto directos como indirectos. Los directos son los necesarios de las labores de atención y cuidado, todos los días, de los animales de la granja. Relativo a los indirectos van desde la realización de los proyectos, pasando por los sondeos de captación de aguas, la construcción de las instalaciones, los materiales propios (comederos, bebederos, etc.), los transportistas, tanto de los animales, como de los piensos, los propios agricultores al realizar sus cosechas para transformarlos en piensos, las industrias cárnicas y también las carnicerías tradicionales, que hay que subrayar, que principalmente venden carne de gran calidad criada también en este tipo de granjas.
En cuanto al agua, la agricultura utiliza aproximadamente el 70% del agua dulce disponible, y alrededor del 30% del agua utilizada en la agricultura global se dirige a la producción animal (un tercio a la ganadería bovina). La huella hídrica total varía mucho dependiendo del sistema de producción, pero la producción animal intensiva parece ir de la mano con un incremento de la misma.
Hay que aclarar, además, que la inmensa mayoría de las granjas consumen agua de sondeos propios, que cuentan con el visto bueno de las administraciones competentes en materia de aguas, lo que demuestra la sostenibilidad de estas explotaciones.
Llegamos a uno de los puntos más conflictivos como es el manejo de los estiércoles como fertilizante. Hay que recordar que hay una normativa europea, estatal y autonómica que regula la aplicación del estiércol. Estos controles garantizan que, cumpliendo las dosis, las distancias y la maquinaria de aplicación, el estiércol, no tiene por qué generar ningún daño al medioambiente, ni molestias a la población. Al contrario, el estiércol reemplaza al abono químico tradicional. Y, lo que es cierto, es que un abono orgánico es mejor que un abono químico.
El producto cárnico estrella de España en los mercados internacionales es, sin duda, el cerdo. Casi dos de cada tres euros (62,6% del total) de lo que facturó el sector en el extranjero en 2020 fueron por productos porcinos, fundamentalmente por las ventas de carne de cerdo fresca y congelada. Este es otro de los datos que se difunden de manera demagógica y malintencionada: se dice que se produce 4 veces más cerdos de los que se consumen en España, pero se hace como algo negativo, criticando incluso que se exporte carne de cerdo. Sin embargo cuando decimos que se produce mucho más aceite de oliva, y queso, y coches y zapatos y frutas y hortalizas y los proyectos de construcción de trenes de alta velocidad, etc… de lo que consumimos en España, se hace de forma positiva. ¿Por qué esta diferencia de trato? ¿Por qué esta doble vara de medir? Y es que España es uno de los líderes mundiales en exportaciones de productos cárnicos. Según datos del Centro de Comercio Internacional (ITC, por sus siglas en inglés) el país exportó carne por valor de 8.541 millones de euros en 2020, lo que le convierte en el quinto que más productos de este tipo vendió fuera de sus fronteras en todo el mundo. Ese mismo año el 7,1% de la facturación mundial de productos cárnicos en el extranjero tuvo su origen en España.
Según los registros del ITC, la carne fue el noveno producto español que más dinero movió en exportaciones y supuso en torno al 3% del valor de las ventas en el extranjero del país en 2020. Además, es un sector dinámico que ha mejorado su facturación en el exterior un 13% desde 2016, principalmente por el aumento de las importaciones procedentes de China.
Los principales mercados de España en el extranjero son China, adonde van destinadas el 37,1% de las ventas de productos cárnicos, Francia (11,5%), Portugal (7,7%), Italia (6,9%) y Japón (5,4%). Además, la balanza comercial es claramente propicia para España, pues exporta siete veces más valor de carne del que compra en el extranjero.
En general, lo que ha abierto las puertas del mundo a la carne española son sus altas exigencias sanitarias. El esfuerzo que las empresas deben hacer por pertenecer al modelo productor europeo, en cuanto a control animal, medio ambiente y seguridad alimentaria, aunque lleva un alto coste, también les abre puertas fuera de la UE.
Exportar en todos los sectores beneficia a la sociedad en su conjunto y habla muy bien de los productos españoles y de los profesionales de todos los sectores productivos, ya sean de aceite, vino, queso, coches o carne de cerdo.
Explicar que, pese a su cada vez mayor uso, el término macrogranja “no aparece en ninguna de las disposiciones vigentes del ordenamiento jurídico de España o de la Unión Europea”.
Sí puede hacerse referencia a ganadería intensiva o ganadería industrial, entendida como aquella que se apoya en la intensificación de los factores de producción (equipamiento, instalación) para maximizar la producción y minimizar los costes. También se caracteriza por una elevada densidad de animales y el control de aspectos como la alimentación o la temperatura para acelerar los tiempos de cría, aprovechando las ventajas de un sistema global tanto en la cadena de suministros como en la comercialización.
La ganadería extensiva, desgraciadamente, está en peligro, es difícil encontrar ganaderos que cuiden los rebaños y apenas genera empleos.
Nuestra entidad está a favor de los dos modelos. Nos parecen totalmente complementarios y necesarios, pero las cifras están ahí y demuestran la realidad de los dos modelos de ganadería.
Esto no descarta, que de los análisis aplicados, vayamos a negar que, de las aproximadamente 7100 “granjas de gran tamaño”, todas estén cumpliendo con sus obligaciones normativas. En este caso la administración tiene que ser la garante de que se cumpla con la legislación vigente y el sector cárnico de este país y los profesionales que trabajamos en él se lo vamos a agradecer. Por qué la mala praxis de estos empresarios felones desbarata el buen hacer de la mayoría de los profesionales de esta actividad económica.
Por último, nos brindamos y ponemos a su disposición a los miles de compañeros que trabajan por el progreso sostenible de nuestra sociedad para mostrarle la verdad del sector ganadero-cárnico.
Comentarios
Publicar un comentario