Los grandes arqueólogos que soñaban con cambiar la historia anhelaban el descubrimiento de una ciudad perdida en el tiempo que convirtiera en realidad palpable las antiguas leyendas. Pasó con Heinrich Schliemann, quien puso en el mapa la Troya narrada por Homero en 'La Ilíada'. Tras la guerra que centra esta obra (1.200 A. C.) se produce la expansión por el Mar Mediterráneo de la cultura fenicia desde Tiro, en el actual Líbano, y más allá Huelva fue uno de sus destinos, al encuentro de Tartessos. Siguieron el dictamen de un oráculo que marcaba que dos días y medio de navegación más allá de las columnas de Hércules había un territorio rico en metales.
Parte de esas huellas están en la isla de Saltés, de la que ya escribieron en la antigüedad el historiador griego Estrabón y el poeta romano Rufo Festo Avieno. En ella se localizan vestigios prehistóricos, tartésicos, fenicios, griegos, romanos, aunque su mayor esplendor fue bajo la dominación musulmana. En ese periodo histórico nació hace casi mil años Saltish, una ciudad árabe que espera resurgir. Ahora está cubierta en su mayoría por tierra y vegetación, sobre la que nunca más se construyó desde que fue abandonada en el siglo XIII y que sigue aislada en un territorio protegido por su valor medioambiental.
Entonces el entorno estaba más abierto al mar. Ahora el estuario de los ríos Tinto y Odiel, Reserva de la Biosfera, envuelve un paraje natural marismeño de unas 7.200 hectáreas protegidas, resguardadas del océano Atlántico aunque moldeado por sus mareas y en expansión. Se trata de un entramado de tierra emergida entre caños, canales y esteros. 750 hectáreas y en aumento, ocupa la Isla Saltés, en el término municipal de Huelva, y 20 la ciudad del mismo nombre, catalogada como Patrimonio Histórico Andaluz. Apenas se ha excavado un 2% de su superficie y es visitable actualmente sobre el terreno apenas una manzana, desde donde, con las explicaciones adecuadas, se proyecta la imaginación para entender cómo era.
Hoy por hoy ofrece una visita a Saltés regularmente Platalea, una de las entidades que más pone en valor el patrimonio onubense. Brinda al público un recorrido rico en contexto natural, geográfico, histórico y arqueológico, repleto de detalles, de datos interesantes y momentos divertidos, recuperando personajes como los de la dinastía al-Bakri, el santo onubense San Dúnala, el célebre escritor Ibn Hazm, el novelista de Rociana Juan Drago o la siempre recordada Juana Bedia, que trabajó en el yacimiento y fue directora del Museo de Huelva.
Platalea incluso señala un cráter de la luna, satélite que ejerce como el verdadero corazón de la marisma, pues bombea esa 'sangre' dulce y salada por las arterias, venas y capilares del entorno. La bella metáfora es de Diego Vázquez, educador ambiental y guía Intérprete del patrimonio, que viste con sus expertas palabras el recorrido junto a la arqueóloga Jessica O'Kelly, muy didáctica a la hora de compartir sus conocimientos.
Él recuerda que a la natural corriente de deriva litoral que ha ido acumulando sedimentos en este área hay que sumar que el dique del Espigón Juan Carlos I ha hecho que las zonas emergidas hayan crecido «más en los últimos 50 años que en los anteriores 1.500». Todo ha ido cambiando a la vez que este espacio lo habitaba el ser humano, siempre siendo un punto estratégico, donde en 360 grados se avista el mar y se contemplan Punta Umbría, Aljaraque, Gibraleón, Huelva y La Rábida.
«Saltés es una Pompeya del siglo XIII, una ciudad completa que se conserva en un espacio natural, en el que no se va a construir», Jessica O'Kelly, arqueóloga
Vázquez se refiere a Saltés como la Mesopotamia andaluza, una Medina Azahara onubense. O'Kelly ve en Saltés «una Pompeya del siglo XIII, una ciudad completa que se conserva en un espacio natural, en el que no se va a construir». Quedó progresivamente abandonada tras la reconquista en 1263 de Alfonso X El Sabio. Ve necesario un plan director para que se pueda «excavar y conservar el yacimiento» y expresa que según los más recientes expertos que desarrollaron su labor en el terreno «aquí hay trabajo para generaciones y generaciones de arqueólogos».
Ese es el punto que conecta, salvando las distancias y circunstancias, a Saltés con Pompeya, la famosa ciudad romana, Patrimonio de la Humanidad, sepultada por las cenizas del volcán Vesubio en el año 79. La súbita violencia de la erupción causó la casi inmediata desaparición de la urbe, que quedó prácticamente intacta para la eternidad, conservada bajo una capa de sedimentos de siete metros. Diferentes excavaciones han sacado a la luz todo su esplendor opacado por la tragedia. En el caso de la ciudad árabe onubense no media más cataclismo que el olvido. Hay mucho aún por conocer. Las expectativas son altas y los pasos lentos.
La isla se asienta en el término municipal de Huelva, en el área de influencia de la Autoridad Portuaria y la Dirección de Costas, y está protegida por la Junta de Andalucía, inscrita en el Catálogo de Patrimonio Histórico. Actualmente es propiedad de Aliseda, la inmobiliaria del Banco Santander, con quien la Junta de Andalucía lleva un tiempo en conversaciones sin hacer público en qué punto está la posible negociación. En 2019 la entonces consejera de Cultura, Patricia del Pozo, mostró la intención de la Junta Andalucía de adquirir la isla, al considerarla un «patrimonio al que no podemos renunciar de ninguna de las maneras» y que «tiene que estar puesto en valor en Huelva para que siga generando riqueza en esta provincia». Ya entonces avisó de que se trataba de «un proceso muy lento».
Tras la pandemia y en la segunda legislatura del Gobierno de Juan Manuel Moreno Bonilla, la cartera de Cultura está en manos de Antonio Bernal. La Delegación de Cultura en Huelva, contactada por este periódico, no aclara si se ha producido alguna variación en la hoja de ruta marcada en su día. Más allá de la declaración de intenciones de hace casi cuatro años, respaldada por unanimidad en el Parlamento de Andalucía, la complejidad del asunto mantiene todo entre el sigilo y el aparente inmovilismo.
Dando el salto en el tiempo, tras la reconquista, Saltés pasa a la familia De la Cerda, que la cede a los Duques de Medina Sidonia, casa que encomienda su mantenimiento a los frailes franciscanos del Monasterio de La Rábida. A ellos se sumaban los marineros que pedían hospedarse en el enclave rabideño y a los que se le reclamaba a cambio que realizaran trabajos agrícolas en la isla. En algún momento indeterminado pasó a manos privadas y de un empresario fue traspasado a otro hasta ser propiedad del constructor cordobés Rafael Gómez, más conocido como 'Sandokán', quien presumiblemente trató de realizar una permuta con las administraciones por terrenos construibles. Envuelto en la conocida Operación Malaya, su empresa entra en concurso de acreedores y Saltés fue embargada por la entidad bancaria que ahora ostenta su propiedad.
Al menos una sentencia -recurrida- declaró como camino público el sendero por el que transcurre la visita hasta el yacimiento, custodiado bajo llave por una cancela. Los pasos sobre ese camino, donde la mirada sensorial de Vázquez lo mismo detecta la huella de un alcaraván que el rastro de un erizo, ya transcurren sobre la capa de tierra en la que se asoma el techo de las casas de Saltés por excavar. Son unos 900 metros sobre los que se aprecian fragmentos cerámicos, tejas y escoria de la fundición del hierro.
Todo parece mágico en Saltés, hasta el mismo hecho de pisar tierra firme sobre las aguas de la marisma, donde se han formado de manera excepcional unos bosques islas, en los que almendros, acebuches y pinos han logrado echar raíces. Como pasarelas desplegadas sobre el estuario se enlazan los parajes de El Almendral, El Acebuchal y La Cascajera, donde han aparecido valiosos vestigios de diferentes civilizaciones.
En El Almendral, en su sector norte, se asienta Saltés, una ciudad con cimientos de vientos, sal y arena, a resguardo del mar, sobrevolada por aves, y que no necesitaba más murallas que el anillo de agua que la rodeaba y sigue siendo un rumoroso centinela. La última excavación en la zona finalizó en torno a 2017 y reveló en el punto más septentrional de la isla, pegado a las aguas, una de las joyas de la urbe islámica, su alcazaba, la residencia real de los al-Bakri, el monarca al frente del tiempo de mayor esplendor, mediado el siglo XI (1012-1042), periodo tras el que fueron solapándose los reinos de taifas tras la conquista de al-Mutamid.
La alcazaba cuenta una barbacana previa y un acceso directo desde la marisma, hecho que antes se desconocía
Ahora no es visitable pero en el trayecto de la popular canoa de Huelva a Punta Umbría, junto a un señorial pino, se pueden contemplar sus murallas dentadas.
La arqueóloga muestra una recreación de cómo sería la alcazaba de Saltés
La arqueóloga muestra una recreación de cómo sería la alcazaba de Saltés M. A. F.
Como detalla la doctora en Arqueología Jessica O'Kelly, se excavó a una profundidad de cuatro metros y se conserva en «muy buen estado». Cuenta una barbacana previa y un acceso directo desde la marisma, hecho que antes se desconocía. Se conservan todos los torreones, con restos de pintura, y un arco monumental que servía de acceso desde la alcazaba a la ciudad. Una recreación de cómo sería la destaca majestuosa entre una gran extensión de viviendas de una planta, con avenidas (de 6 metros) y calles (de 3 metros) más estrechos en zig zag, para generar sombra y la circulación del aire.
Saltés es uno de los yacimientos medievales «claves de toda Andalucía para la comprensión del mundo hispano-muslmán de al-Andalus», resalta O'Kelly, que describe con detalle el recorrido estancia por estancia de las tres casas contiguas de una manzana de la ciudad, muros que abraza a su antojo la vegetación. El resto está cubierto por una capa de tierra para evitar su deterioro. «Falta mucho por saber de Saltish. Se conoce su urbanismo, pero falta por localizarse dónde estaba el hamman, la mezquita principal, el zoco y el cementerio, la maqbara», indica la arqueóloga. Comenta se ha excavado un sector y se han hecho pequeños sondeos por todo el área para ver si continuaban apareciendo restos arqueológicos y la respuesta ha sido positiva.
Los textos históricos hablan de una ciudad «sin muralla ni parapeto», con edificaciones que se aglomeran unas con otras, algo lógico para concentrar a sus entre 8.000 y 10.000 habitantes. Cuenta con «amplios arrabales, zonas de agua dulce y magníficos huertos», pastos que no se secan, con atarazanas para la fabricación de naves y con actividad metalúrgica. Aquí se fundían los metales de las minas de la zona interior de Huelva porque los vientos predominantes disipaban los humos tóxicos que desprendían. También se sabe que la ciudad tuvo cinco sabios, ulemas, un índice de su importancia. Toledo tenía 80, Niebla 15 y Huelva 1, aunque el conocimiento de la capital en la época está a punto de crecer por investigaciones recientes sobre lo que fue Welba, Gaelbah o Umba.
Las fachadas de las casas son austeras y las puertas de las viviendas nunca coinciden frente a las de otras. En el mundo islámico son muy celosos de su intimidad y por esto también los accesos a las mismas, el zaguán, se construyen en recodo, para no dejar ver el interior. Un patio central sin techo es el epicentro de la vida comunitaria, donde pasan la mayor parte del tiempo y se reúnen en torno al fuego, donde se cocina, donde está el pozo y el único espacio al aire libre. A su alrededor se reparten la cocina, con su despensa, donde sólo se elaboran salsas y amasados, el dormitorio, con espacio al fondo reservado para la custodia de los objetos de más valor, un salón y el baño, con un retrete con un agujero que conduce al alcantarillado que acaba en la marisma. El aseo personal se hacía en los baños públicos, hamman, con un horario para hombres y otro para mujeres.
Los suelos son de mortero de cal y en la base de las viviendas hay sillares que pudieron ser partes reaprovechadas de lo que fue el templo de Melkart, divinidad fenicia que se identifica con el Heracles griego y el Hércules romano. De hecho una cabeza de terracota policromada de en torno al siglo VIII A. C. que lo representa bajo una piel de león fue hallada en Saltés y está en el Museo de Huelva. En los muros hay trozos de mármol y también algunos ladrillos romanos, con entre 5 y 7 centímetros de espesor y la medida del pie. Los ladrillos árabes son más estrechos y alargados, basados en la medida que va de la muñeca al codo. Normalmente éstos se disponen en forma de espiga o espina de pez en el suelo del patio. La técnica constructiva islámica organiza para las paredes los ladrillos en oblicuo.
Huelva está presente en textos grecolatinos, en la Biblia, y no pocas veces se ha apuntado a ella como el epicentro de Tartessos e incluso de la mítica Atlántida. Se menciona que Hércules llegó a estas tierras para completar una de sus doce pruebas y robar los bueyes a rey Gerión. También se destaca a otros monarcas como Gárgoris o Habis, se habla del templo de las diosas infernales dedicado a Prosepina.
En este contexto, Saltés siempre ha estado «en el punto de mira», señala Diego Vázquez. Ya en 1928 lo escribe en la prensa el segundo marqués de Polavieja y en esos años se producen batidas por la zona y se localizan piezas de cerámica. En los años 40 se realizan algunas excavaciones, con Carlos Cerdán, creador del primer museo de Huelva, al frente. En los años 70 una fundación de un multimillonario estadounidense también se interesa por la zona y hay nuevas campañas en los años 80 y 90. Posteriormente hay actuaciones en los años 2001, 2004 y 2005, previos a los trabajos más recientes en la alcazaba, comenzados en 2014.
En el entorno de Saltés han ido apareciendo restos prehistóricos, del paleolítico y del neolítico, en zonas de Aljaraque y Punta Umbría, donde también hay restos romanos con factorías de productos marinos, como la del yacimiento de El Eucaliptal.
Saltés ha sido protagonista de otros momentos históricos, como ser lugar próximo al impacto de un tsunami estudiado por la Universidad de Huelva, donde las capas están totalmente invertidas. O cuando en 1381 fue escenario de la Tercera Guerra Fernandina, en la que el reino de Portugal, apoyado por Inglaterra, desafiaba al Reino de Castilla. Una flota de 23 naves partidas desde Lisboa acabaron cayendo una tras otra, salvo la última, en una trampa ingeniada en inferioridad por los navíos comandados por el capitán Sánchez de Tovar. También es punto de memoria histórica, porque en la Guerra Civil fue un campo de concentración temporal, que alojó durante seis meses a unos 3.000 presos procedentes del País Vasco y Cataluña, a los que el régimen franquista abandonó a su suerte en la isla. Fueron ayudados por una red de mujeres de Punta Umbría, las conocidas como madrinas, que recogían enseres y alimentos para ellos, que luego los hombres del pueblo cruzaban a través de la ría.
Transcurrido el tiempo, se mantiene la visión romántica de la arqueología en torno a una ciudad ya encontrada y no perdida, pero que ansía ser recordada y revelada para volver a exponerse a los rayos del sol. El aura de misterio en torno a los incalculables secretos que encierra Saltés, la Saltish árabe, se hace más poderoso en torno al pensamiento concreto de que el tesoro más valioso por desenvolver es nuestro pasado a la espera de ser releído e interpretado.
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