Noble y leal; la montería española

Una piedra bajo un chaparro, una puerta de madera antigua con cerrojo de forja... se abre lentamente... un patio empedrado engalanado por arcos de medio punto... Al otro lado, se oye un cuchicheo; incertidumbre ante el sorteo de los puestos. El salón de caza está vestido por la mesa presidencial y las diferentes mesas que se distribuyen a lo largo y ancho del comedor. Los trofeos saludan a todo cazador... mientras tanto... el almuerzo de migas toledanas a las 9 de la mañana acompasan al tradicional sorteo de la mancha a montear. Salve montera, orgánica, postores, rehaleros, cazadores... atentos; la montería española.




Me observas, te miro, te paseas como un soberano escoltado por un pequeño harén de cinco hembras. Me espero a que me demuestres lo noble que eres, tu y yo solos en la atalaya más alta, nos necesitamos el uno al otro; mirada cómplice entre tu y yo, solos ante la atenta mirada de encinas, chaparros y riscos. Muéstrame de nuevo tu corona de puntas... Gracias, amigo ciervo, compañero y leal que me brindas tu eterno silencio en lo más alto de las serranías toledanas en esta española montería.

A lo lejos siento tu llamada; cincuenta metros  nos separan entre tu y yo. Desconcierto, mirada atónita y perdida, tu rehalero te llama al compás de la corneta y tu ni te inmutas. Me acerco, noto tu cojera...; apenas dos horas antes me levantaste de la mancha un precioso venado de nueve puntas y me brindaste la oportunidad; te tiendo mi mano, agradezco tu labor cazadora y siento que necesitas de mi. Podenco de capa blanca, fiel, noble, puro, cazador... Siento la necesidad de quedarme contigo, chillo y rehaleo para atraer la atención de tu dueño, estoy contigo... Diez minutos después, mientras seguimos jugando... ahí está; tu guía, tu mentor. Gracias por brindarme la oportunidad de quedarme junto a ti en momentos de incertidumbre, gracias por sacarme un venado de la mancha y cubrir de gloria bendita grandes momentos de adrenalina y tensión montera.