La Escalera Imperial y sus vidrieras de estilo simbolista, uno de los espacios más emblemáticos del Banco de España


Además de obras pictóricas de autores como Joaquín Sorolla o Carlos Luis de Ribera y de una amplia selección de imágenes que ponen de relieve la importancia que la fotografía de vocación documental ha tenido en la configuración de la narrativa visual generada en torno a nuestra sede central, en la exposcición La arquitectura de Eduardo de Adaro y el Banco de España






Un mundo en transformación también pueden verse objetos decorativos y tecnológicos de diversa índole. Entre ellos llaman la atención dos bellos ejemplares, desmontados para la muestra, de las vidrieras de estilo simbolista que diseñó para el edificio la Casa Mayer de Múnich, uno de los talleres de vitrales más prestigioso en la Europa de la segunda mitad del siglo XIX y cuya abundante producción de obras destinadas a España motivó que se le concediera en 1888 la Cruz de Caballero de la Real Orden de Isabel la Católica.  

Estas vidrieras se instalaron en diversos tramos y sobre el techo de la fastuosa escalera que se alza ante el vestíbulo principal del paseo del Prado, elemento al que Adaro dio siempre una gran relevancia, como muestran las numerosas indicaciones de materiales y dibujos que en torno al mismo realizó con José María Aguilar, uno de sus más estrechos colaboradores. Este espacio fue ideado como un todo donde, además de las vidrieras, que aportan luz y colorido y amplifican su magnificencia, destaca la decoración escultórica en mármol de Carrara, realizada por el bilbaíno Adolfo de AreizagaAbre en nueva ventana. En ella se encuentran presentes los elementos iconográficos que pueden observarse en el resto del edificio, aunque hay una mayor presencia de alusiones directas a la monarquía, incluyendo una serie de medallones que representan monedas con las efigies de los reyes que apoyaron la creación y el desarrollo de esta entidad bancaria, desde Carlos III hasta Alfonso XIII, si bien esta última debió modificarse más tarde, ya que lleva la fecha de 1905. A la suntuosidad de este espacio, cuya caja alcanza una altura de veinticuatro metros, también contribuyen los elementos decorativos de yeso de las paredes, realizados por Medardo SanmartíAbre en nueva ventana. Entre ellos se encuentran representaciones de las cabezas del dios Mercurio con casco alado y de la diosa Fortuna con una estrella en el cabello.

Precisamente la diosa Fortuna, deidad romana asociada al azar, a la buena y mala suerte, preside la gran vidriera que se halla sobre el hueco de la escalera, donde a su vez se representa el mito de «El Rapto de Europa», alegorías de los otros cuatros continentes y, en sus dos extremos, las Tres Gracias y las Parcas. Su apariencia general, como nos explica Esperanza Guillén, comisaria junto a Yolanda Romero de la exposición y autora del libro Eduardo Adaro. Arquitecto del Banco de España, publicado en paralelo a la inauguración de la muestra, «remite a modelos ilusionistas del Renacimiento asentados definitivamente por el Barroco, como una balaustrada en perspectiva que acentúa la sensación de profundidad y de continuación de la arquitectura del edificio». En la exposición podemos ver un muy minucioso boceto en color de este vitral. Las diferencias de composición con el modelo final son significativas, algo que era bastante habitual en este tipo de trabajos, en los que el cliente podía pedir cambios hasta que se realizaban los cartones a escala 1:1.

Además de esta vidriera cenital, encontramos diferentes vitrales distribuidos por los corredores del entresuelo, en la planta principal y en los arcos de medio punto de la escalera. En ellos se despliega un programa iconográfico que sublima virtudes relacionadas con el progreso, el comercio o la laboriosidad, en lo que podemos entender como un intento de adaptar el repertorio clásico de alegorías a la imagen de modernidad que pretendía proyectar la institución. Como señalamos antes, dos de estos vitrales —Amor y Felicitas— se han desmontado temporalmente de sus ubicaciones originales y forman parte de la muestra.

Fue la Casa Mayer, que contaba con un taller de vitrales en Múnich desde 1862, la firma encargada de realizar estas vidrieras. El encargo se concretó en agosto de 1889, dos años antes de la inauguración de la sede, y en el diseño de su programa iconográfico, según Walter Uptmoor, probablemente se tomaron como referencia los grabados que el artista François Ehrmann llevó a cabo para el álbum Le Musée artistique et littéraire, publicado con motivo de la Exposición Universal de París de 1878. Gracias a las consultas que se han realizado en los archivos de la Casa Mayer para el desarrollo del proyecto de investigación sobre la figura de Eduardo de Adaro en el que se enmarca la exposición, se ha podido identificar el nombre del artista que las creó. Se trata de Martin Ritter von FeuersteinAbre en nueva ventana, pintor de profundas convicciones religiosas —las vidrieras para el Banco de España son una de las pocas obras civiles que realizó— y al que puede considerarse como un representante tardío del movimiento de los nazarenos, aunque incorpora ya influencias del impresionismo y del art nouveau.  

Al igual que el uso de mármol de Carrara, la presencia de estas vidrieras figurativas coloreadas, cuyo encargo ha de enmarcarse dentro del fenómeno de recuperación del prestigio de las actividades artesanales a finales del siglo XIX, contribuye a remarcar el rol simbólico fundamental que se le otorgó a la escalera dentro del edificio. De hecho, se puede decir que este espacio constituye la más explícita expresión de la importancia de la entidad, al tiempo que un medio para transmitir iconográficamente sus valores y funciones. Habría que señalar, además, que las vidrieras tuvieron un gran impacto en su momento, jugando un papel clave, por ejemplo, en la proliferación de ciertos elementos decorativos, como los candelieri, en los vitrales que se instalaron en España en los años posteriores.


Comentarios