La Hispania Romana; un paseo por la historia desde la conquista hasta la cristianización



La ciudad de Roma fue el epicentro del gran imperio que duró más de seis siglos. Es desde el año 218 a. C. hasta el siglo V d. C. cuando la romanización afectó a todos los territorios conquistados por la propia Roma. Las poblaciones dominadas fueron asimilando de forma paulatina la mentalidad y los modos de vida del imperio, integrándolos y adaptando sus propias creencias y costumbres hasta que llega a tambalearse en el siglo III. La autoridad del Emperador se pone en duda, cuya elección depende de los militares. La inseguridad en las fronteras va a facilitar las primeras incursiones de los Bárbaros, por lo que la actividad urbana decae y las clases mas favorecidas abandonan la ciudad para instalarse en sus propiedades rurales


Editorial |

La consolidación política de Roma se halla ligada a su vocación expansionista. En el siglo V antes de Cristo ya se encontraba al frente de la confederación de ciudades del Lacio. Posteriormente, los romanos consiguieron vencer a etruscos, en el norte y a los griegos, establecidos en la Magna Grecia, en el sur de Italia. El siguiente objetivo fue la conquista del mediterráneo, conseguida tras vencer a los cartagineses en las guerras púnicas. En la segunda de esas guerras púnicas, ya en el siglo III, las operaciones militares afectan a la península ibérica, que tras la victoria de los romanos. se convierte en Hispania, es decir, la provincia del Imperio.

El proceso de conquista fue de forma muy paulatina. Desde el principio quedó dividida en dos zonas, manteniendo así las fronteras que existían anteriormente - ya existentes - entre las poblaciones locales, es decir, los íberos y pueblos septentrionales por un lado, y por otro los turdetanos, lusitanos y emplazamientos meridionales.


Durante el SigloI d. C. se consolidó la expansión de Roma apoyada en una administración territorial, una organización militar y una gestión económica eficaces, lo que favoreció la seguridad y la prosperidad de las ciudades, estabilidad en las fronteras, desarrollo comercial, mejora de las comunicaciones; a todo ello se le denomina Pax Romana.

En Hispania, en el año 19 a. C., Agripa culminó el proceso de conquista de la península ibérica en su totalidad, iniciado 200 años atrás. Augusto desarrolló un proceso de gran envergadura remodelando toda la administración territorial del Imperio en la que Hispania quedó dividida en tres provincias; Lusitania, Bética y Citerior. La transmisión del nuevo orden se hizo a través de la lengua común - el latín - y de un lenguaje visual representado en impresionantes construcciones arquitectónicas que utilizaba el culto al emperador como instrumento legítimo y de dominio.

Las ciudades de Hispania eran gobernadas por magistrados y un consejo de nobles, elegidos entre las familias de más alto nivel social y económico; ellos se esforzaban en mejorar los servicios y edificios públicos, invirtiendo dinero público y también privado para ello.


Tomando como modelo la villa tardorromana como la unidad básica de producción, ya en el siglo III se produce un gran cambio y proceso de ruralización de la economía y la sociedad. La actividad de la ciudad decae. Por ello, las clases pudientes se trasladan a las villae, convirtiéndose el campo en el eje de la economía del imperio. Hasta ese momento, las villae habían sido unidades de producción que abastecían las ciudades; a partir de ahora se convertirán en centros de producción y consumo autosuficientes.

Cada una de estas propiedades, villas o villae, propiedad usufructuaria del dominus o Señor, tenía un fundus que se extendía alrededor de las edificaciones y que era trabajado por diversos colonos y sus familias. La actividad económica era muy variada: agricultura, ganadería, artesanía, transformación de alimentos y comercio. Además, destacó el cultivo viñedo, olivar y cereal así como la cría animal destacando ovino, bovino, caprino, vacuno, lechero, porcino, equino y aves; todo ello sin olvidar actividades de ocio y de conservación de los ecosistemas como la caza y la pesca.

Generalmente, la villa o villae estaba constituida por tres partes: la pars urbana era la residencia del propietario y tenía todas las comodidades. El edificio se organizaba alrededor de grandes patios porticados al aire libre, o peristilos. A partir de este patio se distribuyen las diferentes estancias de la vivienda.

La pars rústica era la zona de residencia del personal de servicio y las pars fructuaria el espacio de producción y almacenamiento, en la que podemos destacar hórreos, prensas, molinos de aceite, hornos, bodegas, entre los más destacados. El fundus también incluía los terrenos de labor, las huertas, los pastos para el ganado y la dehesa. El dominus, jefe y propietario de la villa, ejercía el control económico, social, militar y religioso sobre la población que vivía en la villa.


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