Historia y belleza llenan cada rincón de este Real Sitio, que forma parte del Paisaje Cultural de Aranjuez, declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO. Rodeado por un total de 111,23 hectáreas de jardines visitables y ubicado en una fértil vega en la confluencia del Tajo y del Jarama, el Palacio Real de Aranjuez ha sido la residencia campestre por excelencia de los Reyes españoles
El Real Sitio para la primavera
Aranjuez fue desde la conquista cristiana propiedad de la Orden de Santiago, cuyos grandes maestres tenían aquí un palacio en el emplazamiento del actual. A finales del siglo XV, en tiempos de la reina Isabel, el cargo de gran maestre de la Orden quedó asimilado de manera estable a la persona del monarca, y de este modo los territorios de Aranjuez pasaron a integrarse en el conjunto de palacios y casas de campo que constituían el Patrimonio Real.
Felipe II se propuso hacer realidad el proyecto de su padre, Carlos V, de hacer de Aranjuez una gran villa de inspiración italiana. Para ello, encargó a Juan Bautista de Toledo el trazado de las calles arboladas que ordenan el territorio dedicado a jardines y cultivos. Las presas llevadas a cabo en el siglo XVI regulaban el curso del Tajo y permitían regar los terrenos mediante canales.
Los Borbones no dejaron de desarrollar el esplendor del Real Sitio, donde pasaban toda la primavera, desde que acababa la Semana Santa hasta junio. Felipe V dispuso nuevos jardines, y Fernando VI el trazado de más calles arboladas y nueva población que alcanzó su completo desarrollo bajo Carlos III y Carlos IV. Como Fernando VII e Isabel II continuaron visitando Aranjuez durante la temporada primaveral, el esplendor regio del Real Sitio de Aranjuez se mantuvo hasta 1870.
Un palacio de estilo clásico
El Palacio Real de Aranjuez, construido por Felipe II sobre el emplazamiento del antiguo palacio de los maestres de Santiago, debe su arquitectura a Juan Bautista de Toledo, que lo inició en 1564, y a Juan de Herrera, quien sólo llegó a terminar una mitad.
Aunque lleno de rasgos originales en su planteamiento, el edificio resulta característico del clasicismo de los Austrias con alternancia de piedra blanca y ladrillo. El plan original fue continuado por Felipe V en 1715, pero no terminado hasta 1752 por Fernando VI. En la forma regular que Juan Bautista de Toledo había concebido, y que había tardado dos siglos en terminarse, el palacio sólo se mantuvo veinte años. En 1775 Carlos III encomendó a Francesco Sabatini la ampliación de dos alas, que conceden al Palacio su característica forma de “U”. El italiano también concibió el diseño de la verja, que no se colocó hasta 1973. La ausencia de esta barrera podría explicar el éxito del famoso motín de Aranjuez de 1808.
La decoración de los Salones Oficiales que forman parte de la visita pública es principalmente de la etapa de los Borbones. Entre estos espacios, podrás conocer, el Tocador de la Reina, el Salón de baile, el Comedor de gala… y espacios tan exóticos y sorprendentes como el Gabinete Árabe, el Gabinete de porcelana o el Gabinete Chinesco, decorado con 200 cuadros regalados a Isabel II en 1846 por el Emperador de China.
Jardines del Rey, de la Isla, del Parterre y del Príncipe
Felipe II, gran amante de los jardines, puso especial empeño en Aranjuez: de su época se conservan el Jardín de la Isla, trazado por el arquitecto Juan Bautista de Toledo, y el Jardín del Rey inmediato al Palacio, inspirado en los jardines del Renacimiento italiano, y cuya decoración actual se debe a Felipe IV. También en la Isla, la mayor parte de las fuentes se deben a Felipe IV si bien los Borbones continuaron enriqueciéndolo con detalles como los bancos de Carlos III.
Felipe V añadió a los jardines existentes dos nuevos trazados a la francesa: el Parterre ante el palacio y el extremo al final del Jardín de la Isla, llamado la Isleta, donde instaló la Fuente de los Tritones que Isabel II hizo llevar al Campo del Moro.
El Jardín del Príncipe debe su nombre y su creación al hijo y heredero de Carlos III quien en la década de 1770 empezó a utilizar el antiguo embarcadero de Fernando VI como pabellón de recreo y a desarrollar entorno un jardín paisajista a la moda anglofrancesa con influencia directa de los jardines de María Antonieta en el Petit Trianon.
Real Casa del Labrador
En los confines del Jardín del Príncipe se alza este palacete de pequeñas dimensiones, que le debe su nombre a su aspecto original, relativamente modesto. Carlos IV, siendo Príncipe de Asturias, quiso edificar una “casa de campo” en su residencia de Aranjuez, destinada a su descanso matinal, al almuerzo con amigos, conciertos… y otras actividades de recreo. A partir de 1798, el soberano decidió transformar la casa rústica en el lujoso palacete que conocemos hoy en día.
Museo de Falúas
Es sin duda uno de los museos monográficos más singulares de las colecciones reales españolas. Situado dentro del Jardín del Príncipe cerca del embarcadero, posee una de las colecciones más espectaculares de embarcaciones que los reyes de España utilizaban para navegar por el Tajo. Entre todas destacan la falúa que perteneció a Carlos IV, creada en Cartagena y decorada por Salvador Maella, y la más espectacular y antigua del museo, que data del reinado de Felipe IV.
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