El tesoro de Guarrazar, la mayor obra de arte de la orfebrería visigoda


Conjunto de coronas votivas y otros elementos de orfebrería hallados a finales del siglo XIX a las afueras de la localidad toledana de Guadamur. Debieron ser ofrendas por parte de reyes y personajes de alto rango, a alguna de las basílicas de la capital del reino, Toledo, testimoniando la influencia de las costumbres bizantinas en la corte visigoda. Destacan dos brazos de una cruz procesional de oro y gemas, y la corona votiva del rey Recesvinto (649-672), de la que penden las letras con su nombre como oferente.El tesoro se encuentra hoy repartido en tres sedes: Museo Arqueológico Nacional, Palacio Real en Madrid y el Musée National du Moyen Age en París





Según las declaraciones que realizaron los descubridores, Francisco Morales y María Pérez, el hallazgo se produjo, de forma casual, el día 25 de agosto de 1858 cuando ambos transitaban por el camino de Toledo, a su paso por el paraje de la fuente de Guarrazar. Según sus declaraciones, vieron un objeto brillante a través del hueco de unas losas que habían quedado descubiertas por las lluvias torrenciales de una gran tormenta que hubo el día anterior.

El tesoro que descubrieon estaba compuesto por un conjunto de coronas votivas de oro, piedras preciosas, perlas, nacar, vidrio, etc., además de cruces, cálices y otros objetos también de oro y gemas que se encontraban ocultas en una arqueta de argamasa de 70 x 70 cm y más de 1 metro de profundidad. Pero ese tesoro no se encontraba solo, sino que había otro lote, similar al anterior, que fue descubierto por un hortelano (Domingo de la Cruz) que tenía una huerta cercana a la fuente de Guarrazar y que había visto extraer el tesoro durante la noche al matrimonio Morales-Pérez.

Después de difundirse la noticia de la aparición del tesoro se produjo una intensa rebusca de piezas que hubieran podido quedar extraviadas. A juzgar por las entregas de piezas que se hicieron por parte de varios vecinos de Guadamur, parece que algunas de esas rebuscas dieron sus frutos, aunque según las descripciones que hace J. Amador de los Ríos del lamentable estado en el que se encuentró el cementerio en el que apareció el tesoro, es evidente que fue a costa de una importante pérdida de patrimonio arqueológico.

Después de las diferentes ventas clandestinas a joyeros, el lote de piezas encontrado por F. Morales fue vendido al gobierno de Francia, a principios de 1859, y fue expuesto en el Museo Nacional de la Edad Media, de París, hasta que en 1941 se hizo un canje de obras entre las que se entragaron a España seis de las nueve coronas que integraban el conjunto. Ahora se encuentran en el Museo Arqueológico Nacional, de Madrid.

El segundo conjunto del tesoro lo mantuvo oculto la familia de Domingo de la Cruz durante más de dos años, durante los cuales llegaron a desmontar y vender más de tres cuartas partes de las piezas. Finalmente, en 1861, le entregaron a la reina Isabel II las pocas piezas que quedaban de ese lote, entre las que estaba una corona ofrecida por el rey Suintila, cuyo lamentable destino no había terminado, ya que fue robada en 1921 y nunca se volvió a saber de ella.

Aunque sólo se han conservado diez coronas, se ha calculado que se hallaron unas 23. La mayor parte de las desaparecidas eran del lote encontrado por Domingo de la Cruz, entre las que parece que había otra corona de características similares a las de Suintila y Recesvinto, por lo que se supone que podría haber sido de otro rey. Además de las coronas y sus respectivas cruces, en el conjunto del tesoro también había cálices, al menos una cruz procesional de oro repujado con gemas, perlas y nacar, así como otros objetos que se perdierón en las ventas a joyeros y no se ha llegado a saber cómo eran, aunque en sus declaraciones los descubridores también mencionaron un cincho, una paloma, etc. también fabicados en oro.

A pesar de la importancia que supuestamente se le ha dado siempre al tesoro, hasta 1995 no se inició su estudio mediante métodos científicos. En la investigación participó un importante equipo multidisciplinar de Bélgica, España y Francia, dirigidos y coordinados por el CSIC. Entre los interesantes resultados de esta investigación se han podido conocer aspectos relacionados con la composición de los metales y las técnicas de su elaboración, así como el origen de las gemas, que en el caso de los zafiros proceden de la antigua Ceylan (Sri Lanka) y las esmeraldas de minas de la zona del Tirol austriaco.

Después de ciento cincuenta años de especulaciones sobre la procedencia del tesoro, cuya riqueza ha inducido a muchos historiadores a pronunciarse sobre su vinculación a alguna de las importantes basílicas de Toledo, las investigaciones arqueológicas que se llevan a cabo en la actualidad están permitiendo trabajar con la hipótesis de que todo el tesoro habría pertenecido a una rica e influyente basílica que se encontraba en este lugar, probablemente, denominada Santa María in Sorbaces (que es el nombre que aparece en la inscripción de la cruz de una corona donada por un tal Sonnica).

Las ricas coronas donadas por los reyes Suintila y Recesvinto, junto a una tercera de similares características, que hace pensar en su pertenencia a otro rey, plantean la posibilidad de que la iglesia y monasterio que existieran en este lugar hubieran tenido alguna vinculación con la realeza visigoda.




La simbología de las coronas votivas

La utilización de las coronas como elemento simbólico de los reyes y emperadores parece hacerse común a partir del imperio bizantino y, aunque no se conoce con exactud su significado, parece que la corona podría representar a la bóveda celeste, con el significado que tiene en el conjunto de la creación divina. Se trataría de asignar al ser humano (rey o emperador) una representatividad del poder divino, y de ello es muy significativa la imagen del emperador Justiniano, de San Vital de Rávena, ya que no sólo aparece coronado, sino que también se le representa con un halo de santidad.

Un mismo significado tendrían las coronas votivas, solo que en este caso lo que se corona es la cruz que representa a Jesucristo y, por tanto, al cristianismo. Parece que todas las coronas del tesoro de Guarrazar tenían una cruz que pendía en el centro.

El hecho de que la mayoría de las coronas votivas llevaran una inscripción con el nombre de quienes la donaban u ofrecían, deja claro el interés de que fuera pública dicha ofrenda, por lo que es probable las donaciones u ofrendas de dichas coronas se realizaran durante un acto religioso de cierta relevancia.

Por sorprendente que pueda parecer, desde que José Amador de los Ríos realizara sus excavaciones en el lugar del hallazgo del tesoro, oficialmente, nunca ha vuelto a interesarse nadie por él, a pesar de las muchas especulaciones que se han estado haciendo sobre el tesoro durante más de los ciento cincuenta años que han transcurrido desde entonces. El abandono de las huertas de Guarrazar y de la práctica de la ganadería extensiva en esta zona hicieron que este lugar desapareciera bajo la maleza hasta que ha vuelto a ser recuperado, en 2014, dentro del actual proyecto de investigación arqueológica.

La limpieza realizada, junto con la descripción que publicó J. Amador de los Ríos y el croquis que se elaboró por mandato judicial en 1859, no dejan lugar a dudas de que el tesoro se halló a menos de 20 metros al este del manantial.

El día 8 de octubre de 2014 se volvió a realizar un hallazgo de una pieza del famoso tesoro y, curiosamente, fue la alcaldesa de Guadamur, Sagrario Gutiérrez, quien lo hizo cuando intentaba terminar de sacar los restos de lodo de uno de los manantiales de la “Fuente de Guarrazar”.

Aparte del valor emocional que tuvo para la alcaldesa, este hallazgo ha venido a añadir un importante dato sobre el lugar en el que se descubrió el tesoro, ya que aquí debió ser donde lo lavaron Francisco Morales y su familia cuando lo extrajeron de su escondrijo.

Al contrario de lo que sucedió en 1858, esta última pieza del tesoro ha sido depositada en el Museo de Santa Cruz, de Toledo, y se ha analizado en el Instituto Gemológico Español, donde han dictaminado que se trata de un zafiro cuyas características sitúan su origen en Sri Lanka (antigua Ceylán), al igual que los otros del tesoro.

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