De
nombre España, de apellido Vino; la personalidad de cada bodega marca la
distinción nacional de intenso sabor
La
primavera brota, el verano resplandece, el otoño renueva y el invierno… el
invierno entra sin llamar. Cuatro son las estaciones que pasan por la viña,
cuatro son las fases del ciclo de la vid; reposo, crecimiento, maduración y
nuevamente reposo, son las etapas vegetativas de las cepas determinantes de
caldos de gran renombre a nivel nacional e internacional. España es, sin duda,
el productor vinícola más importante del mundo donde barricas de roble francés
y americano permiten la paciencia adecuada para provocar en nuestros paladares
intensidad de sabor, persistencia e impresión. La vista, el olfato y el gusto
son los sentidos esenciales; examinan cada vino y cada matiz aportando
exclusividad a las características organolépticas percibidas.
Sabias
lenguas dicen del vino de su semejanza a la mujer, y es que cierto es que cada
uno esconde un tesoro que le hace especial. Los aromas pueden variar pero los
vinos hacen de estos que tengan personalidad. Ya puede el gusto ser dulce,
salado, amargo o ácido, pero el caldo nacional es equilibrado y muchas veces
armonioso. Es, pues, la manifestación pública más popular: el arte de la
degustación sublime que llena de interés y expectación cada paladar.
Varias
son las Denominaciones de Origen que acogen a más de doscientas bodegas
registradas a nivel nacional: de norte a sur y de este a oeste, no hay rincón
en esta nación que no alberge personalidad y distinción. El apellido de España
es vino; tradicional, pasional, sencillo y persistente en el tiempo, ese es el
carácter con que nos deleita el pasado en tiempos presentes con visión de
futuro, desde la raíz a las hojas de cada cepa que desde miles de años deleitan
los sentidos de nuestras gentes. El consumo se dispara y las copas bailan al
compás de los taninos de los tintos, de las chispas de los blancos y de las burbujas
de los espumosos.
Uva
madura, vino amargo; agracejo… vino ácido. Vino joven, de cosecha, crianza,
reserva o gran reserva. Cuanto más adolescente más enérgico, cuanto más añejo
más redondo y armonioso. Lo mismo le pasa a los dulces: fino, manzanilla, oloroso,
amontillado, cremoso, palo cortado y Pedro Jiménez; desde los más jóvenes a los
más viejos, el tiempo apenas pasa, la esencia del dulce se multiplica en su
máxima expresión. España es limpidez, es... intensidad de color y finura. Del
más acerado al color teja, del olor floral al animal; ningún caldo nacional
está fuera del espectro olfativo y visual. La percepción en boca mejor no
hablemos, porque antes de recitar, mejor callar y disfrutar.
Las
variedades de uva configuran nuestros campos como un jardín de estilo italiano.
Heterogéneos entre sí, homogéneos por sí solos; del airén al xarel-lo, cada
cual tiene una hoja que le caracteriza haciendo de la viña un espectáculo
natural donde la consonancia ambiental y el silbar del viento rebotan
fusionándose entre sí. Orografía y climatología son los causantes del
resultado: una misma uva diferentes percepciones. Nobleza española y
excelencia, la “reina de los viñedos”, la tempranillo, pues, es característica
por la infinidad de coupage que
ofrece con cualquier otra variedad: maridajes por doquier después del vino
romper.
Experiencias
o vivencias las mismas son, es más, el lugar más tradicional alberga desde el
parral al hospedaje más actual. La autenticidad y el cariño de antaño se
transmite en sus muros, pues labranzas, cortijos, alquerías, fincas y masías
llegan a nuestro interior desde la viña hasta la manta. De la vendimia a la
vinificación, pasando por viñedos experimentales, la esencia del vino está
presente con ánimos de avance, desarrollo e investigación, donde disfrutar de
una jornada en el campo se convierte en una enseñanza constante. Cada bodega
tiene su carácter, que con el pasar de los meses… las inclemencias temporales
asombran a bodegueros, enólogos y visitantes. Identidad y forma de ser, personalidades
mil de mayo a abril.
"I Concurso Nacional de Artículo periodístico sobre Enoturiso"
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