De la cepa a la recogida, de la vendimia a... ¿Si el vino es la creación divina del hombre, porque lo guardamos en bodegas? Hace mucho tiempo, allá por 1668, en la Abadía de Saint Pierre d´Hautvillers ubicada en el valle del Marne francés, un monje benedictino descubrió la magia del corcho en lugares insospechados. Sustituyó lo más símil que podría parecerse a un tapón por un cilindro fabricado por virutas de corcho. De repente, pasado un tiempo, aclamó: "compañeros vengan, estoy probando estrellas"; los astros hicieron las delicias de los presentes. La conservación del vino, con el paso del tiempo, siempre ha tenido un lugar perfecto para su paciencia: el santuario, comúnmente denominado bodega. Este mágico lugar, donde confluye la ciencia, el arte y la perfección, es deber de definirlo como santuario o lugar de culto, puesto que en su interior alcanzan los vinos su mayor plenitud artístico sensorial.
Compañía, botella, copa; el vino es como las mujeres, cada uno tiene algo especial que le hace único y exclusivo. Cuando tienes ante ti una copa borgoña y te sirven el vino que tanto esperas... los cinco sentidos entran en juego: tacto, palpas la esencia; gusto, degustas sentimientos; vista, visualizas el arte; olfato, sientes los aromas; oído, escuchas el chocar de los taninos. Acontecimiento sensorial que deleita a los presentes, cualquier momento es especial porque la vida está llena de experiencias inolvidables.
¿Brindamos? ... "chin - chin", disfruta de la compañía más agradable... siente el zumo de uva en todo su esplendor rodeado de la elegancia de la vida.
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