Templo de la Preciosa Sangre


Uno de los edificios más monumentales del recinto amurallado de Cáceres lo constituye la Iglesia de San Francisco Javier, parte indisoluble del Colegio (...) que la Compañía de Jesús fundó en el siglo XVIII. Se ubica dando frente a la actual plaza de San Jorge, espacio urbanizado en la década de 1960, y a medio camino entre las iglesias de Santa María y San Mateo. La fundación fue posible gracias al legado de Don Francisco Cristóbal de Vargas Figueroa y Sande, fallecido en el año 1698 y enterrado bajo el crucero como manifestaba un epitafio: "AQVI YACE EL ILMO. Y RVDMO. SEÑOR DON FRANCISCO VARGAS Y FIGVEROA, FVNDADOR DE ESTE COLLEGIO DE LA COMPAÑÍA DE JESVS. MVRIO A 3 DE OCTUBRE ANO DE 1698".

Templo de San Francisco Javier, popularmente conocido como Iglesia de la Preciosa Sangre; venera la imagen santificada del religioso y misionero navarro, haciendo alusión de forma popular la verdadera sangre de Cristo. Levantado de piedras en forma de mampostería y sillería, resalta una singular fachada barroca y dos torres que cumplen función de campanario, presidido por el Real escudo de la Casa de Borbón así como la imagen de San Francisco Javier.

Enmarcado dentro de la cacereña Diócesis de Coria, su cripta, en colaboración con la Casa Consistorial de Cáceres, alberga en su interior el Centro de Divulgación de la Semana Santa Cacereña, donde se llevan a cabo actividades sacro - culturales que permiten la visita a los aljibes de la Iglesia y del Convento.


Cúpula, Retablo Mayor... incluso el conocido cuadro "El Milagro del Cangrejo", obra artística de la mano del napolitano Paolo de Matteis (Cilento 1662 - Nápoles 1728)... el Crucifijo milagroso que se venera a día de hoy en la capilla del Palacio Real de Madrid; importantes conjuntos arquitectónicos y artísticos que recorren la historia de las bellas artes en un abrir y cerrar de ojos.

El arco de medio punto en su fachada principal invita a viajar por la historia de las bellas artes sacro - culturales, que construido por la Compañía de Jesús allá por la segunda mitad del siglo XVIII, ofrece al visitante a hacer una parada obligada para detenerse en el tiempo, revivir el pasado y adentrarse en uno de los iconos más emblemáticos que tiene una de las ciudades pertenecientes a Patrimonio de la Humanidad.


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