Princesa del chaparro


Un chaparro, manto de lágrimas caduca, las hojas caen sin piedad; reflejos del otoño desde el altar serrano de la española montería. Abierta la veda el otoño se hace protagonista del caer de los pétalos tostados, de los elegantes pasos del Rey del bosque y sus damas. Pasados apenas unos días de la berrea de su alteza Real, claros y cortaderos son la muestra de la corona tras el triunfo de las justas. 










Y de repente... la princesa de mis sueños; bajo un chaparro, elegancia en estado puro, cara inocente, mirada cómplice. Dulzura, belleza, ternura... cierva, aquella infanta con unos cuantos otoños. Vienes hacia mi, sabes que entre tu y yo hay un vínculo especial, me demuestras quietud, templanza, amor. Y después de ese deseo, me brindas tu eterno silencio ante la atenta mirada de jaras y encinas de los bravíos montes de Toledo.

Compañero y amigo; camarada noble y leal. Tan solo unos minutos juntos. Mi mejor recechista que me saca de la mancha el deseo del jaral; sin cuerna pero princesa, sus ojos azabache me dijeron llévame contigo. Y tú te quedas a mi lado, escasos momentos para agradecerte y brindarte mi trofeo más brillante.


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