Solo hace falta mirar unos cuantos siglos atrás, tan sólo... revivir la esencia y la elegancia por conseguir la máxima perfección. Burbujas de vida, sensaciones, emociones; el tesoro más codiciado de la Abadía de Hautvillers en el valle del Marne francés. Fue él, Dom Pierre Pèrignon, el maestro de las estrellas, el padre que nos hace saborear las luces del firmamento.
Nació en 1638 en Saint - Menehould, región francesa; tiempo después, con tan solo 19 años ingresa en la Abadía de Saint de Vannes y posteriormente en Saint Pierre D´Hautvillers, un emplazamiento histórico repleto de sabiduría por obra de la Orden monástica de los Benedictinos. Pero... jamás supo cual iba a ser la labor que Dios le encomendaría. Allá por 1668, en la segunda década de la mitad del siglo XVII la bodega Benedictina da la bienvenida a su nuevo mentor, el nuevo conservador de la bodega del templo.
"En 1668, Dom Pierre Pèrignon fue nombrado Maestro Bodeguero de la Abadía de Hautvillers. Durante 47 años puso todo su empeño en crear el mejor vino del mundo (...) El poder de la creación es un sexto sentido; (...) la inspiración de un visionario, el sueño de un artista. Trasciende el saber hacer, va más allá de romper las reglas, revelando otros mundos y dando vida a atracciones desconocidas"
Creación irrepetible de la mano del hombre, equilibrio y armonía; Dom Pèrignon Vintage 2006, la exclusividad de la elegancia después de nueve años de paciencia en barricas de roble francés. Una obra de arte que transforma lo ordinario en extraordinario de la mano del diseñador Michael Riedel. La metáfora del tiempo que abre paso a la imaginación entre 1668 y la actualidad.
Elaborado por la variedad de uva blanca Blanc de Blancs, denominada Chardonnay, este caldo dorado presenta luminosidad, un carácter floral y una esencia afrutada llena de pasión. Desde los frutos secos como la almendra tostada a la manzana confitada; una evolución de aromas que envuelven el paladar de absoluta belleza. Textura que evoca a la seda, cremosidad inusual con un fondo sutil de pequeños destellos de regaliz.
Un regalo para los sentidos, el arte palpable de estrellas con sabor a delicadeza. Dom Pèrignon, una forma compleja y a su vez armónica, donde el propio abad despliega su humilde manto repleto de magia y sentimiento.
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