Y... el vino llora

Placer, sensación... Lentitud; elegancia. Catar, degustar, observar, y de repente el vino llora. Una parábola en la copa, se airean los taninos, inclinas y miras detenidamente. La lágrima del vino, sublime lentitud del caldo por antonomasia que cae en forma de lluvia desde su más alto nivel hasta el fondo de la copa.

También denominada pierna, la lágrima del vino, una de las esenciales características debido a la fluidez del vino que se incrementa según su intensidad. Relacionada mayormente con la graduación alcohólica, es también proporcionada por la presencia de glicerol, que aporta densidad, así como el etanol que caracteriza al vino de untuosidad. Aspectos externos como la temperatura de conservación y de su servicio, la lágrima se va a acentuar conforme vaya adquiriendo el vino su propio clima.

Guarda en santuarios, paciencia en barricas de roble; vinos de Crianza, Reserva y Gran Reserva. El espectáculo del vino en estado puro. Rompes el vino, agitas la copa, y tras visualizar su capa, finura y limpidez... está lloviendo en la copa. Una cortina de pasión sobre el cristal; y conforme van pasando los años... el Gran Reserva adquiere una tonalidad opaca. Redondo, con cuerpo, persistencia, color azabache, capa alta; el rocío sobre la copa de crianza, un Reserva de elegante llovizna... Llegó el maestro, el Gran Reserva con su capa de lluvia.




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