Cerámica turolense


Procedente del término árabe alfaharería, dícese de la alfarería, el arte de modelar objetos de barro o arcilla. Un oficio que en España a lo largo de su historia, ha permitido al hombre a la más absoluta creación de enseres y otros objetos de un lado a otro de la península. Bien es conocida esta industria en la meseta castellano manchega, con la cerámica de Talavera de la Reina, aunque no debemos dejar por alto esta tendencia artística en la zona centro oriental de nuestra geografía, concretamente en las aragonesas tierras de Teruel.


Con una tradición alfarera enmarcada entre Calatayud, Muel, Teruel y Villafeliche, Aragón ha sido también el segundo epicentro de la industria alfarera en España. Un oficio que ha evolucionado desde la tradición mudéjar a la imitación de las grandes modas europeas; sencillez y de gusto poco refinado caracterizado por su sobriedad, vistosidad y vivacidad de los colores. Calidad de producciones artísticas que sin interrupción, ha prolongado su actividad desde el lejano siglo XIII hasta nuestros días.


Hasta el siglo XVI, todas las decoraciones se realizan en verde y morado, siguiendo la tradición y el estilo mudéjar. Predominan los motivos vegetales y geométricos sencillos. Es a partir de ese momento, en el que se incorporan las composiciones en azul y las escenas más naturalistas: paisajes con animales y escenas con personajes. Este cambio es consecuencia de la evolución del gusto con la llegada masiva de importaciones de porcelana china.






Una relación evidente entre forma y función en las producciones turolenses. Piezas para servir la mesa, tales como platos, escudillas o vinagreras, sencillas y sin complicaciones. Son más variados los tipos destinados a la cocina como jarros, morteros, alcuzas, orzas o lebrillos; demuestra que la diversidad de formas robustas y resistentes de Teruel tuvieron más éxito en este contesto, además de la elaboración de botes de farmacia, azulejos, pilas benditeras y bacines.

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