Una mirada... se desvanece la noche; la mañana se abre al brillo de lentejuelas, algunas con un sueño, otras en plata y oro, y en un abrir y cerrar de ojos... Esa mirada, latente, impaciente pero fría, tolerante, sosegada y con firmeza espera al astado tras salir por la madera de toriles. Pero minutos antes... entrada a la tierra alberiza; entre el recogimiento de la capilla del coso y la entrega al animal, paseillo triunfal. Y después de soñar despierto al son del percal y muleta... la madera se abre para sacar en volandas al Maestro por la Puerta Grande.
Albero, tierra de luces. Comportamientos cromáticos del arte por excelencia; un cara a cara entre la humanidad y la indomable naturaleza, y entre la seda y el percal, nació la más hermosa de las bellas artes, tauromaquia. Mucho más que un concepto; una simple, elegante y singular palabra que alberga el patrimonio más codiciado de todas las generaciones, cultura. Y es que el carácter cultural de la tauromaquia es amplio en todas sus vertientes, siendo la diversidad, la forma de divulgación educativa y cultural de las vertientes que atesora la tauromaquia.
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El Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid y Plaza1 abrazan a la Maestra Nati, invitándonos a un paseo por el albero; ese terreno en el que se entrelaza la templanza y la bravura. Doce campanadas de felicidad, una decena de mandamientos y dos miradas atónitas... sentimientos... y las campanas redoblan de nuevo; puerta de cuadrillas, y el Maestro quiere soñar. Y vuelve a soñar. Pero no siempre hay un toro encastado de esbelta cornamenta, bien armado, con clase y trapío... Una mujer, Nati. Torera de pura cepa.Y la muleta se transforma por hilo y dedal.
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