El Real Sitio de La Granja de San Ildefonso, declarado conjunto Histórico Monumental, es una de las mejores muestras del esplendor monárquico del siglo XVIII. Felipe V, el primer Borbón que reinó en España, se enamoró de este bello lugar allá por 1717. Tal fue el “flechazo” que decidió levantar allí un palacio y unos jardines adornados con esculturas y fuentes que le recordaran su infancia en la corte francesa de su abuelo Luis XIV. La creación de este Real Sitio fue su gran obra personal, había encontrado el lugar ideal para retirarse del mundo
El Real Sitio, espacio preferido de Felipe V
Ya en la Edad Media, los reyes de Castilla, que con frecuencia residían en Segovia, utilizaban como lugares de caza los bosques situados al pie de las montañas de Guadarrama, y en especial, el paraje de Valsaín. Los sucesivos reyes continuaron utilizando los pinares de Segovia como zonas de recreo y fue así como, en 1717, Felipe V se enamoró de la belleza y riqueza cinegética del lugar.
En 1720 compró a los jerónimos su granja de San Ildefonso para hacer de ella un nuevo Real Sitio en el que poder retirarse. Encargó las obras del palacio a Teodoro Ardemans y las de los jardines a René Carlier. El estilo español tradicional del primer arquitecto contrastaba con el radicalmente francés del segundo, discípulo del arquitecto de Luis XIV. Las obras avanzaron con gran rapidez, de modo que los reyes pudieron instalarse aquí en 1723.
El 10 de enero de 1724, Felipe V anunció en San Ildefonso que abdicaba en su hijo Luis I, pero su prematura muerte en agosto de aquel mismo año obligó a volver al trono al “Rey padre”. El Real Sitio hubo de adaptarse también a este cambio, pues de ser la residencia de un ex soberano se convertía en el Real Sitio favorito del monarca reinante. El Palacio, inicialmente de dimensiones modestas, hubo de ser ampliado, y también lo fue el jardín a costa del parque, añadiéndose nuevas y más espectaculares fuentes.
Cuando en 1736 el arquitecto Filippo Juvarra vino a España, los reyes le encargaron una nueva fachada en el eje central del jardín, terminada ya por su discípulo Giambattista Sacchetti. El conjunto arquitectónico del palacio resulta muy italiano y de una gran densidad debido a todas estas fases construidas en tan poco tiempo.
El Palacio
Las salas del palacio abiertas actualmente al público corresponden a los antiguos apartamentos reales, situados en las dos plantas que abren a la fachada oriental. Aunque el palacio sufrió un devastador incendio en 1918 conserva aún casi todas las decoraciones al fresco de la época de Felipe V.
En la planta principal se encuentran las habitaciones privadas de los Reyes entre las que destacan la Galería de Retratos, el Dormitorio de Sus Majestades, el Salón de Lacas o el Gabinete de Espejos.
A diferencia de la planta alta, más íntima, las estancias de la planta baja del palacio te llamarán la atención por su decoración más representativa y fastuosa. Cada una de ellas recibe el nombre de la pintura al fresco que decora su bóveda. Tenemos la Sala de Hércules, la de la Justicia, la Fuente de la Galatea o la espectacular Sala de Mármoles o de Europa (Enlace a texto sobre Sala de Mármoles)
Además de recorrer las dependencias reales, no puedes dejar de visitar el Museo de Tapices y la capilla real o Colegiata, construida por Ardemans y redecorada por Francisco Sabatini bajo Carlos III.
La Granja en la historia de la jardinería francesa y española
Tan relevantes como el palacio eran para Felipe V los jardines, en los que puso grandísimo empeño. Los jardines del Real Sitio de La Granja son el mejor ejemplo en España de jardín a la formal a la francesa, una modalidad que empezó a difundirse por toda Europa a finales del XVII, a raíz de la popularidad de las creaciones de André Le Nôtre, jardinero de Luis XIV, el famoso “Rey Sol”.
El Palacio de Versalles es el ejemplo más conocido y admirado del jardín formal del Barroco, pero Felipe V nunca pretendió emular en La Granja la vasta escenografía monárquica de su abuelo, Luis XIV. Siempre tuvo claro que su lugar de retiro se parecería a otro jardín menos conocido que Versalles, ya que la Revolución lo desmanteló: el de Marly, donde el “Rey Sol” pasaba sus jornadas de descanso.
La abundancia de agua, procedente de la montaña, fue uno de los mayores atractivos del lugar para Felipe V, pues le permitió llenar el jardín de fuentes con juegos de agua espectaculares. Su sistema hidráulico original se conserva a la perfección, tanto es así, que siguen en funcionamiento hoy en día. ¡Y lo mejor de todo es que todos podemos disfrutar de este magnífico espectáculo!
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