Patrimonio Nacional, el Real Monasterio de la Encarnación


El Monasterio de La Encarnación de Madrid fue fundado en 1611 por los Reyes Felipe III y Margarita de Austria-Estiria, fruto del deseo personal de la Reina, que al ver la obra realizada por la Princesa Juana de Portugal en las Descalzas Reales decidió levantar un convento de similares características en las proximidades del Alcázar, quedando unido a este por un pasadizo





Su arquitectura es el mejor ejemplo del estilo de los Austrias posterior a la construcción del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial


Un Convento de Monjas Agustinas Recoletas

La monja agustina Mariana de San José fue la elegida para ponerse al frente del Monasterio que se construyó entre los años 1611 y 1616. El edificio se encargó al arquitecto real Juan Gómez de Mora.

En 1734, el incendio que destruyó el Alcázar cortó la comunicación existente entre el edificio regio y este complejo, y durante el gobierno bonapartista se llevó a cabo la remodelación urbanística de la actual Plaza de Oriente, con el consiguiente derribo del pasadizo y la Casa del Tesoro.

 

Arquitectura de los Discípulos de Herrera

El Monasterio de La Encarnación, declarado Bien de Interés Cultural el 3 de junio de 1994, responde a una concepción clasicista que sigue los modelos arquitectónicos implantados por los discípulos de Juan de Herrera en El Escorial, interviniendo Francisco de Mora, su sobrino Juan Gómez de Mora y Fray Alberto de la Madre de Dios. El interior de la iglesia fue completamente decorado por Ventura Rodríguez entre 1755 y 1775, en un exquisito gusto neoclásico de inspiración romana.

 

Pinturas, reliquias y objetos de culto

Uno de los espacios a destacar es el Salón de Reyes, concebido para exponer todas las pinturas de distintos personajes de la Casa de Austria vinculados con las Fundaciones Reales. El convento también conserva íntegros el claustro principal, el coro y el relicario, que es una sala excepcional por su estado de conservación y riqueza de las piezas, reflejando el interés por levantar espacios sagrados destinados a contener las reliquias rescatadas de otras partes de Europa, donde había tenido lugar la reforma luterana. La variedad de las obras de arte ofrece testimonio de las relaciones que esta dinastía mantuvo con otros países, fruto de las alianzas de la época.

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